Glóbulos rojos: Los glóbulos rojos, también denominados eritrocitos o hematíes, se encargan de la distribución del oxígeno molecular (O2). Tienen forma de disco bicóncavo y son tan pequeños que en cada milímetro cúbico hay cuatro a cinco millones, midiendo unas siete micras de diámetro. No tienen núcleo, por lo que se consideran células muertas. Los hematíes tienen un pigmento rojizo llamado hemoglobina que les sirve para transportar el oxígeno desde los pulmones a las células. Una insuficiente fabricación de hemoglobina o de glóbulos rojos por parte del organismo, da lugar a una anemia.
Globulos blancos: Los leucocitos son un conjunto heterogéneo de celulas sanguíneas que intervienen en la defensa del organismo contra sustancias extrañas o agentes infecciosos. Estas celulas pueden salir de los vasos sanguíneos a través de un mecanismo llamado diapédesis, ya que necesitan atravesar las paredes de los vasos sanguíneos para defender a nuestro organismo.
Plaquetas: Las plaquetas sanguíneas o trombocitos, son fragmentos de citoplasma granulado relativamente pequeñas, tienen forma de disco y un diámetro de 2 a 3 µm. Se desprenden de unas células grandes llamadas megacariocitos. Las plaquetas no poseen núcleo, mantienen un período de vida corto. El número de plaquetas en la sangre varia entre 150,000 a 400,000 por milímetro cúbico. La causa principal para que cese el sangrado es la adhesión de las plaquetas a la superficie interna de la pared del vaso en la vecindad del corte. La parte externa de las plaquetas se tiñe de un color azul pálido. Si no participan en la hemostasis, las plaquetas viven entre ocho a diez días.
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